CARTA DEL JEFE INDIO
SEATTLE AL SEÑOR FRANKLIN PIERCE, PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS EN 1854
Proposito.
Hacer visible y valorar el aporte de las comunidades tribales quienes con su aporte de buenas practicas ambientales han contribuido en la conservación de las especies de flora y fauna que hoy conoce la humanidad.
En 1854,
el presidente de los Estados Unidos ofreció comprar amplísima extensión de
tierras indias, prometiendo crear una "reservación" para el pueblo
indígena. La respuesta del jefe Seattle, que transcribimos a continuación, ha
sido descrita como la declaración más bella y más profunda jamás hecha sobre el
medio ambiente. Por otra parte, muestra la diferente concepción del mundo entre
los pieles rojas -para los cuales la naturaleza es sagrada-, y la civilización
moderna, que ve las cosas en términos económicos.
La dramática sentencia del gran jefe indio: "Termina la vida y empieza la supervivencia", resultó profética y alcanzó incluso a su propia hija. Alrededor del año 1890, en la propia ciudad de Seattle, el fotógrafo norteamericano Edward S. Curtis, cuya meta personal era retratar a "la raza en extinción" en el ocaso de su gloria, obtuvo la primera fotografía de una larga serie que más tarde alcanzaría la fama. La modelo fue casualmente la princesa Angelina, hija del jefe Seattle, en cuyo honor se le dio nombre a la ciudad. Consumida por el paso de los años y por la miseria, ella aceptó humildemente el dólar que Curtis le ofreció por posar para la fotografía.
Si no atendemos al mensaje del jefe Seattle, la humanidad entera se convertirá en una doliente princesa que, como la legendaria Angelina, pose humildemente ante la lente del futuro...sin la esperanza de sobrevivir.
El
gran jefe de Washington ha mandado hacernos saber que quiere comprarnos las
tierras junto con palabras de buena voluntad. Mucho agradecemos este detalle
porque de sobra conocemos la poca falta que les hace nuestra amistad. Queremos
considerar el ofrecimiento porque también sabemos de sobra que, si no lo
hiciéramos, los rostros pálidos nos arrebatarían las tierras con armas de
fuego. ¿Pero cómo podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?
Esta idea nos resulta extraña. Ni el frescor del aire ni el brillo del agua son
nuestros ¿Cómo podrían ser comprados?. Tenéis que saber que cada trozo de ésta
tierra es sagrado para mi pueblo. La hoja verde, la playa arenosa, la niebla en
el bosque, el amanecer entre los árboles, los pardos insectos... Los muertos
del hombre blanco olvidan su tierra cuando comienzan el viaje a través de las
estrellas. Nuestros muertos, en cambio, nunca se alejan de la tierra, que es la
madre. Somos una parte de ella, y la flor perfumada, el cieno, el caballo y el
águila majestuosa son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos
pardos, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecen a la
misma familia.
El
agua cristalina que corre por los ríos y arrolluelos no es sólamente agua, sino
que también representa la sangre de nuestros antepasados. Si os lo vendiésemos
tendríais que recordar que son sagrados y enseñarlo así a vuestros hijos.
También los ríos son nuestros hermanos porque nos libran de la sed, arrastran
nuestras canoas, nos procuran peces... Además, cada reflejo fantasmagórico en
las claras aguas de los lagos cuentan los sucesos y memorias de la vida de
nuestras gentes, el murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Sí, gran
jefe de Washington: los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed, son
portadores de nuestras canoas y alimento de nuestros hijos. Si os vendemos
nuestra tierra tendréis que recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos
son nuestros hermanos y también suyos. Y por tanto, deben tratarlo con la misma
dulzura con que se trata a un hermano. Por supuesto que sabemos que el hombre
blanco no entiende nuestra forma de ser. Tanto le da un trozo de tierra que
otro, porque no la ve como hermana, sino como enemiga. Cuando ya la ha hecho
suya la desprecia y sigue caminando. Deja atrás la tumba de sus padres sin
importarle. Secuestra la vida de sus hijos y tampoco le importa. No le importa
la tumba de sus padres ni el patrimonio de sus hijos olvidados. Trata a su
madre la tierra y a su padre el firmamento como objetos que se compran, se
explotan y se venden como ovejas y cuerdas de colores. Su apetito devora la
tierra dejando atrás todo un desierto. No lo puedo entender, vuestras ciudades
hieren los ojos del hombre PIEL ROJA. Quizá sea porque somos salvajes y no
podemos entenderlo. No hay un solo sitio tranquilo en las ciudades del hombre
blanco. Ningún lugar donde se pueda escuchar en la primavera el despliegue de
las hojas o el rumor de las alas de un insecto. Quizá es que soy un salvaje y
no comprendo bien las cosas. El ruido de la ciudad es un insulto para el oído.
Y yo me pregunto "¿qué clase de vida tiene el hombre que no es capaz de
escuchar el grito solitario de una garza o la discusión nocturna de las ranas
alrededor de la balsa?." Soy un piel roja y no lo puedo entender. Nosotros
preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así
como el olor de este mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o
perfumado con aromas de pinos.
Cuando
el último piel roja haya desaparecido de esta tierra, cuando no sea más que un
recuerdo su sombra, como el de una nube que pasa por una pradera, entonces
todavía estas riberas y estos bosques estarán poblados por el espíritu de mi
pueblo. Porque nosotros amamos este país como un niño los latidos del corazón
de su madre. Si decidiese aceptar vuestra oferta tendré que poneros una
condición: que el hombre blanco considere a los animales de esta tierra como
hermanos. Soy salvaje y no comprendo otro modo de vida. Tengo visto millares de
búfalos pudriéndose abandonados en las praderas, muertos a tiros por el hombre
blanco desde un tren en marcha. Soy salvaje y no comprendo cómo una máquina
humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos sólo para
sobrevivir. ¿qué puede ser el hombre sin los animales?. Si los animales
desapareciesen, el hombre moriría en una gran soledad. Todo lo que le pasa a
los animales muy pronto le sucederá también al hombre.
Todas
las cosas están ligadas. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos
enseñado a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurre
a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres se escupen en
el suelo se escupen a sí mismos. De una cosa estamos bien seguros, la tierra no
pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra. Todo va
enlazado, como la sangre que une a una familia. El hombre no tejió la trama de
la vida. Él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo. Ni
siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo,
queda exento del destino común. Después de todo quizá seamos hermanos, ya
veremos. Sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubra algún día;
nuestro Dios es el mismo Dios. Vosotros podéis pensar ahora que él os
pertenece, lo mismo que deseáis que nuestras tierras os pertenezcan. Pero no es
así. Él es el Dios por igual de todos los hombres y su compasión alcanza por
igual al piel roja y al hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable
para el y si se daña provocará la ira del Creador. También el hombre blanco se
extinguirá, quizá antes que las demás tribus.
El hombre no ha tejido la red de la vida. Sólo
es uno de esos hilos y está tentando a la desgracia si osa romper esa red. Todo
está ligado entre sí como la sangre de una familia. Si ensuciáis vuestro lecho
cualquier noche moriréis sofocados por vuestros excrementos. Pero vosotros
caminaréis hacia la destrucción rodeados de gloria y esplendor por la fuerza de
Dios, que os trajo a esta tierra y que por algún designo especial os dio
dominio sobre ella y sobre el piel roja. Ese designio es un misterio para
nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los
caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el
aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes cocinas
con cables parlanchines.
¿Dónde
está el bosque espeso?... DESAPARECIÓ.
¿Dónde
está el águila? ...DESAPARECIÓ.
Así se acaba la vida y sólo nos queda el
recurso de intentar sobrevivir.
Actividad de aula
.
- Realiza la lectura de la carta del Jefe indígena, escribe en tu cuaderno que entiendes de cada párrafo.
- Plasmar lo entendido de la lectura en una cartelera a través de dibujos.
- Debes presentarla el dia lunes
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